A Arturo Pérez Reverte y a su último artículo en XL Semanal le debo el haber sabido de Bernardo de Gálvez, un militar español de Macharaviaya (Málaga), nacido en 1746.
Dice el académico de la lengua que en otro lugar la vida de Don Bernardo habría servido de argumento a películas y se enseñaría en la escuelas, mientras que en este nuestro, que lo vió nacer, lo tenemos olvidado.
Como coincido con Don Arturo en que la hazaña que él contribuye a difundir desde su bien cimentado y merecido pedestal debería ser enseñada en las escuelas, me atrevo a poner mi granito de arena blogosférica dedicándole una entrada a este soldado malagueño.
Aunque don Bernardo haya sido un militar de dilatada carrera, se ganó un lugar en este blog por su actuación en la Batalla de Pensacola, en la Guerra de Independencia de Estados Unidos, conflicto en el que España apoyó a los norteamericanos frente a los ingleses.
En mayo de 1781, (Arturo Pérez Reverte se equivoca al situarlo en 1782), tras verse obligados los españoles a dar media vuelta en su intento de tomar Pensacola, el jefe de nuestra escuadra se negó a volver a intentar el ataque a aquella ciudad: los ingleses se refugiaban al fondo de una bahía a la que había que acceder necesariamente por un estrecho paso cubierto por un fuerte inglés. Nuestro héroe envió este mensaje al jefe de la escuadra:
Una bala de a treinta y dos recogida en el campamento, que conduzco y presento, es de las que reparte el Fuerte de la entrada. El que tenga honor y valor que me siga. Yo voy por delante con el Galveztown para quitarle el miedo.
Izó la bandera de almirante en su bergantín personal Galveztown y, sin dejarse acompañar por ningún oficial, seguido a distancia por embarcaciones más pequeñas, apostado en la cubierta de la embarcación, atravesó el estrecho paso, situándose en el interior de la bahía.
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