Se dice de los sabios que son distraídos, y para ilustrar esta afirmación, se puede contar una anecdota que se atribuye a Thomas Alva Edison.
Al llegar a su casa tras un viaje en tren, contó a su mujer que se encontraba mal por haberse mareado, y que probablemente se debía a haber viajado de espaldas a la máquina. Su mujer le respondió que, si no se encontraba bien, podría haberle pedido al viajero de enfrente que le cambiara el asiento, a lo que Edison objetó:
-No, no pude; es que en el asiento de enfrente, ahora lo recuerdo, no había nadie.
Esta anecdota también circula como chiste de Otto y Fritz.
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